Capítulo 22
Capítulo 22
Capítulo22
-Clara Pérez… ese nombre me suena de algo- murmuró Alejandro Hernández mientras se frotaba la frente con los dedos.
-He hecho una investigación exhaustiva sobre esta señorita Pérez- dijo César Antonio.
Alejandro Hernández pensó que el,Secretario Ramírez finalmente había despertado y se dio cuenta de que él estaba tratando de adelantarse, así que sus ojos brillaron. Text © by N0ve/lDrama.Org.
-Dime los resultados.
-El resultado es… no he encontrado nada- dijo César Antonio encogiéndose de hombros con
desesperación.
-César Antonio, creo que deberías ir al departamento de nóminas mañana- dijo Alejandro Hernández con una mirada fría en sus ojos.
-¡Señor Hernández, por favor cálmese! No es que no haya querido buscar, pero la información sobre la señorita Pérez es como un archivo clasificado ultra secreto. Realmente hice todo lo que pude pero no pude encontrar nada dijo César Antonio temblando de miedo y secándose el sudor
-¿Es extraño o no? Escuché que la señorita Pérez es la única hija de la esposa del presidente Pérez, una legítima heredera de la aristocracia, pero no se puede encontrar nada sobre ella en Internet. Busqué en todas las redes sociales que pude encontrar, pero no encontré nada. ¿Podría ser que la señorita Pérez viva en las montañas?– dijo César Antonio.
-¿Tienes una foto de ella? Muéstramela- dijo Alejandro Hernández.
-¡Ah, sí la tengo! Me costó mucho trabajo encontrarla- dijo César Antonio sacando su teléfono y mostrándole la foto a Alejandro Hernández.
El hombre miró la imagen y se enfureció, ¡César Antonio, ¿quieres morir?! ¡Esta imagen está borrosa como un desastre! Y la niña en brazos de JULIO PÉREZ tiene sólo cuatro o cinco años. ¡No
se puede decir nada con esto!
-¡Por favor, señor Hernández, cálmese! Esta es la única foto que encontré en toda la red. Es de hace veinte años, tomada en el funeral de la Señora Pérez…- dijo César Antonio sintiéndose como si estuviera caminando sobre huevos. Necesitaría una pastilla para el corazón de acción rápida la
próxima vez.
Hace veinte años, Clara Pérez parecía joven, alrededor de 24 o 25 años.
De la misma edad que Irene Isabel.
Alejandro Hernández miraba la foto fijamente, frunciendo el ceño cada vez más a medida que la observaba. ¿Por qué sentía que los rasgos faciales de la niña en la foto se parecían a los de Irene
divorciado? ¿Qué diablos le pasaba por la cabeza?
En ese momento, se oyó la voz del criado desde fuera de la puerta: -Señorito, el presidente lo está
esperando. Quiere hablar con usted.
En la sala de estar, Ema Celia estaba llorando suavemente mientras se apoyaba en el regazo de
Enrique Hernández.
A pesar de tener más de cuarenta años, se comportaba como una joven enamorada, llorando sin
reservas en los brazos de su marido como si estuviera en una telenovela.
-Enrique, mi hermana es tan desafortunada. Se casó con la familia Sánchez y ha estado viviendo
una vida tranquila y pacífica durante algunos años. Pero ahora, ¡ha pasado esto!
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-Anoche, me llamó llorando por teléfono. Estaba tan avergonzada que no se atrevía a visitarnos. No quiere avergonzar a nuestra familia, la familia Hernández.
-¿Cómo puede esto avergonzar a nuestra familia? Una vez que nos casemos, ¡somos una sola familia! No hables en plural.
Los grandes brazos de Enrique Hernández rodearon los hombros de Ema Celia mientras hablaba
con voz suave y cálida.
-Cuando Alejandro llegue, pensaremos en una solución juntos.
En los últimos años, Ema Celia había usado su encanto y habilidades políticas para sacar a la madre de Alejandro Hernández del poder y colocarse a sí misma como la principal influencia en la
familia Hernández.
Pero a Enrique Hernández le encantaba esa actitud de mujer blanca como una flor, y no podía
resistirse a su encanto.
-Alejandro, ¿por qué no vienes aquí?– dijo Enrique Hernández cuando su hijo se acercó. -Debes ayudar a la familia de Beatriz esta vez. 1
-El presidente de Sánchez y Beatriz están enfermos, y Beatriz se enfermó aún más cuando sucedió esto. Si realmente la amas y te preocupas por ella, ¡deberías pensar en una solución ahora mismo!
La elegante Ema Celia se secó las lágrimas con un pañuelo y habló con voz entrecortada.